martes, 7 de agosto de 2007

Comprensión por medio de la lectura

¿Cómo desarrollar la capacidad de comprensión por medio de la lectura?

FERNANDO CARRATALÁ TERUEL. Catedrático de Lengua Castellana y Literatura del IES “Rey Pastor”, de Madrid

Poesías para empezar a leer

Cuando un niño ingresa en la Educación Primaria tropieza con grandes “disfunciones” a la hora de interpretar el código escrito y, por ello, se ve necesariamente impelido a afrontar el texto escrito no tanto como una fuente de placer personal, cuanto como una dificultad que hay que salvar. Surge, así, la necesidad de crear en torno a la lectura un mundo lúdico lo suficientemente atractivo, capaz de suscitar en el niño aquella curiosidad que le lleve a adentrarse en todo aquello que trasciende los meros signos escritos.

Porque no hay que olvidar que el niño “llega” a la poesía por la vía del ritmo del lenguaje, ya sea cantando o entonando enfáticamente; y que incluso es capaz de crear unos versos que producen un sonsonete agradable al oído, sin preocuparse del contenido semántico de los mismos y de su inteligibilidad. Y es que su propia limitación en el uso del lenguaje coadyuva activamente al logro de aciertos innegables en estas creaciones poéticas primerizas: así nacen en el mundo poético infantil imágenes deslumbrantes, algunas de corte casi surrealista... Cosa bien distinta es, sin embargo, que el niño se sienta atraído por esas otras imágenes creadas por adultos -que dicen escribir para niños-, y que se le ofrecen para desarrollar su capacidad de comprensión.

Por otra parte, además de ritmo y diversión, el niño busca en la poesía asuntos que sugieran “imaginaciones fantásticas” asentadas en una realidad contable, y que sugestionen por la “forma chocante” en que vienen expresadas; pero muchos de los versos puestos a su disposición no siempre le ofrecen al niño “algo que puede contar”. Estamos, pues, convencidos de que un niño es incapaz de “aprehender”, por ejemplo, el contenido del poema que aparece al margen, de Dámaso Alonso -que pertenece a su obra Oscura noticia-, tan repetido en antologías de poesía infantil.

El niño y la cometa

El niño se sonreía
-mano inhábil, ojo atento-
y la cometa en el viento
(su corazón) se cernía.
Ave, cometa de un día
su corazón soñoliento.
Pues el corazón quería
huir -pero no podía,
pero no sabía- al viento.

En cambio, estos dos graciosos poemas de Gloria Fuertes -escritora cuya poesía tiene un amplio espacio que ocupar en los primeros niveles educativos- son muy aptos, por ejemplo, para alumnos del Primer Ciclo de Educación Primaria:

Doña Pito Piturra

Doña Pito Piturra
tiene unos guantes;

Doña Pito Piturra,
muy elegantes.

Doña Pito Piturra
tiene un sombrero;
Doña Pito Piturra,
con un plumero.

Doña Pito Piturra

tiene un zapato;
Doña Pito Piturra,
le viene ancho.

Doña Pito Piturra
tiene unos guantes;
Doña Pito Piturra,
le están muy grandes.
Doña Pito Piturra,
tiene unos guantes;
Doña Pito Piturra,
lo he dicho antes.

Doña Pito Piturra
Madrid, Susaeta, Colección "A toda máquina".

Valentín, tin, tin
(Poesía para leer entre dos)


- Era tan listo Valentín,
- tin, tin.
- que ya sabía hasta latín.
- tin, tin.

- Iba al colegio en su patín,
- tin, tin.
- iba a un colegio de postín,
- tin, tin.

- Valentín, Valentín,
- tin, tin.
- sólo lleva un calcetín,
- y un cuento suyo en el maletín,
- tin, tin.

- Era escritor el Valentín,
- tin, tin.
- y era poeta tan chiquitín,
- tin, tin.

- Y en su piscina tenía un delfín.
- Fin, fin.

La poesía no es un cuento
Madrid, editorial Bruño, 1989, colección Altamar, núm. 20; p. 12.


Criterios para la selección de los textos: Poesías y prosas para seguir leyendo

Desde los primeros niveles educativos se va forjando la futura personalidad adulta. Es esta una de las muchas razones que justifican que no se pueda confiar al azar la elección de los textos que deben ponerse a disposición de los alumnos que inician su experiencia lectora; porque, en tal caso, podrían toparse con textos inadecuados, ya sea por las dificultades de comprensión que su contenido pudiera plantear, ya sea porque no reúnen aquel mínimo de calidades lingüísticas y literarias que los hagan aptos para favorecer un dominio cada vez mayor del idioma y un progresivo desarrollo de las capacidades estéticas de los escolares.

Y es que no debe olvidarse que, a través de la lectura, se busca ir educando a los niños más pequeños para que vayan adquiriendo el hábito de “leer por el puro placer espiritual de leer”, desarrollando su capacidad crítica y descubriendo paulatinamente los múltiples valores que las obras literarias encierran. Por ello deben proporcionárseles textos con indiscutibles valores recreativos, artísticos y formativos, que permitan el enriquecimiento de sus vivencias personales, la estimulación de su sensibilidad -con objeto de ir despertando en ellos el interés por la dimensión estética del texto literario-, y, en definitiva, el fomento de actitudes favorables hacia la lectura; todo lo cual, sin duda, contribuirá a su formación integral como personas.

Capital importancia tiene, pues, la elección de los textos que deben servir para despertar el interés de los niños por la lectura. Y para dicha elección podrían tomarse en consideración -como punto de partida- los “criterios selectivos”, de carácter puramente escolar, que seguidamente se explicitan, y que, sin duda, han de contribuir al desarrollo de la “habilidad lectora” de los alumnos.

1. Adecuación de los textos -cuantitativa y cualitativamente- al nivel de maduración intelectual del niño. Debe tenerse presente que del niño de 6-7 años al de 10-11 hay una considerable distancia psicológica; y, por ello, los textos no han de poner limitaciones infranqueables a las posibilidades reales de comprensión y expresión de los alumnos a quienes van destinadas. En consecuencia, los textos se seleccionarán evitando en todo momento las dificultades lingüísticas. Desde el punto de vista léxico y sintáctico, serán extremadamente sencillos: los vocablos formarán parte del vocabulario usual, y no encerrarán especiales complejidades semánticas; y la sintaxis -con abundancia de oraciones cortas- evitará los complicados enlaces característicos de la subordinación. De esta manera, ni el léxico ni el tipo de sintaxis empleados dificultarán la cabal inteligibilidad de los textos; porque, de lo contrario, los lectores de menor preparación intelectual -los niños- se quedarían en los puros signos -convertidos en “signos sin significancia”, que diría Pedro Salinas <1>-, y no se favorecería el paso a los significados, única manera de percibir el sentido de los textos y de alcanzar su comprensión global.

2. Concepción del texto como una unidad total de comunicación cerrada en sí misma, que proporciona una información más o menos objetiva sobre cualquier realidad. Con respecto al contenido, los textos han de resultar lo suficientemente sugestivos como para atraer, de inmediato, la atención de los lectores; deben entroncar con el mundo de sensaciones, sentimientos y vivencias en que se desenvuelven; y han de facilitar el enriquecimiento de la realidad que poseen. Además, y por lo que a los textos poéticos en concreto se refiere -y dado que es del todo evidente que la poesía desprovista de anécdota resulta difícil de comprender para los niños, e incluso para los adultos- los poemas han de ser contables, sin que por ello haya que renunciar a la selección de poesías en las que los autores hagan un uso moderadamente afectivo de la lengua, a la que no sean del todo ajenos ciertos recursos que sugieran profundas emociones estéticas.

3. Reducida extensión de los textos, que ayuda a evitar la aparición de aquella fatiga que terminaría por hacerle perder al niño el interés por lo que está leyendo. En cuanto a su extensión, los textos deben ajustarse a la capacidad lectora de los destinatarios, de manera que aquella será mayor o menor en razón de la mayor o menor habilidad lectora de éstos. En cuanto a los textos poéticos, tendrán una extensión lo suficientemente adecuada como para poder confiarlos sin dificultad a la memoria.

4. Carácter formativo. En consonancia con la célebre máxima de “deleitar aprovechando”, los textos han de poseer un claro carácter formativo, compatible con su calidad artística. Precisamente los textos poéticos -quizá mejor que ninguna otra clase de textos- pueden posibilitar el desarrollo paulatino de la sensibilidad de los escolares, y despertar en ellos un progresivo interés hacia los valores estéticos que, sin duda -insistimos una vez más- repercutirá favorablemente en su formación integral. Debe, no obstante, tenerse presente que un texto -poético o no- puede poseer una altísima calidad literaria y resultar del todo inadecuado para ser entendido y valorado por “lectores poco experimentados”; tanto más inadecuado cuanto más difícil sea el estilo, en especial si la complejidad del léxico, de la sintaxis y de los recursos estilísticos empleados por el autor obstaculizan, en alguna forma, la comprensión de su sentido global. <2>

Atención a las necesidades expresivas de los alumnos. Los textos pertenecerán a escritores “actuales” -españoles e hispanoamericanos-. No le faltarán al escolar ocasiones para “enfrentarse” con textos de los autores clásicos o de los considerados como tales. Si con la lectura se pretende, entre otros objetivos, satisfacer las necesidades expresivas de los alumnos, habrá que situarlos ante la lengua que hoy se habla -la buena lengua, se entiende-, y no la que se hablaba en épocas pasadas; lengua que, dicho sea de paso, no es más perfecta que la nuestra actual.

En la elección de los textos específicamente poéticos, habrá que tener en cuenta el hecho de que tales textos han de servir, a través de su recitación, para perfeccionar la lectura en voz alta de los alumnos y, en consecuencia, su expresión oral. Los textos poéticos seleccionados han de permitir al maestro, por tanto, atender, en la lectura expresiva que de ellos efectúen los alumnos, no sólo a los aspectos mecánicos del proceso lector (vocalización, que exige una correcta articulación de todos los sonidos; velocidad lectora, aquella que en cada momento mejor convenga al contenido del texto; etc., etc.), sino también a cuantos factores contribuyen a la correcta modulación de la voz: la entonación, determinada por la diferente estructura de las oraciones; la adecuada interpretación de los signos de puntuación y distribución de pausas; las inflexiones tónicas de la voz que responden a exigencias rítmicas, marcando los acentos y, si procede, haciendo perceptible la rima de los versos; etc., etc. Y, como es lógico, antes de que los alumnos realicen la lectura en voz alta de cualquier poema, el maestro les ofrecerá las ideas fundamentales que lo conforman y, en su caso, la interpretación del sencillo lenguaje metafórico con que pudiera haberse expresado el autor del mismo; así como cuantas sugerencias pudieran servirles de ayuda para, una vez garantizada la adquisición de su contenido, lograr la máxima expresividad en dicha lectura.

El siguiente poema de Gloria Fuertes -elegido con toda intencionalidad por el interés de su contenido-, ejemplifica con claridad ese cúmulo de “valores escolares” que hemos exigido para cualquier texto que se ofrezca a la lectura de los alumnos de los primeros niveles educativos.

¡No está mal!

El perro entiende.
El cocodrilo llora.
La hiena ríe.
El loro habla.
El hombre entiende,
llora,
ríe,
habla,
y además puede leer.
De todos los animales de la tierra
sólo el hombre puede leer
para dejar de ser animal.
¡No está mal!

La poesía no es un cuento
Op. cit., p. 64.

Notas

<1> Escribe Salinas: “Por lo que gracias a mi trato con estudiantes de diversos países he podido observar, me parece que el mal viene de haber dejado de tomar la enseñanza de la lectura como un centro de actividad total del espíritu, en cuya práctica se movilizan y se adiestran las cualidades de la inteligencia, de la sensibilidad, se enseña a discernir de valores morales y estéticos, en resumen, se educa al niño. Y se ha angostado, a la adquisición de un mecanismo para la comprensión elemental del alfabeto, sus signos y sus combinaciones más sencillas. La criatura desdichada se queda en los puros signos, no pasa a los significados. Y, en consecuencia, no sabrá más tarde percibir el sentido de los libros, ni las cosas, porque se le enseñó a leer por los sentidos, pero sin sentido. Nada tiene sentido. Todo son palabras, que parpadean, se agitan, llaman y en seguida se apagas, como las que refulgen en el deslumbrante vocabulario sin alma de los anuncios luminosos.” (Cfr.: El defensor. Madrid, Alianza editorial, 1983. Alianza Tres, núm. 118, p. 172).

<2> Es tan variopinta la vastísima producción en el ámbito de la literatura infantil, que siempre podrán, además, encontrarse textos relacionados directamente con cualquiera de las áreas de conocimiento que constituyen los aprendizajes básicos de los alumnos de los primeros niveles de escolarización.

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