martes, 16 de octubre de 2007

El Auxiliar Docente

CAPÍTULO I:

Fundamentos

1- Concepto de Auxiliar Docente

En nuestro sistema educativo del nivel medio como en el terciario está inserto el cargo de Auxiliar Docente que cumple un rol tanto pedagógico (tutoría) como una tarea administrativa.

Su función es la de contener a los alumnos, cuidar la disciplina, mantener el orden, preservar las buenas costumbres, intervenir en la relación social con la comunidad educativa, cumplir explícitamente una función de asistencia social, y la de psicopedagogía, asistir permanentemente a los profesores, etc., además de atestiguar la presencia y el rendimiento del alumno mediante el trabajo administrativo al llevar toda la documentación del mismo.

Entonces estoy en condición de decir que: “El Auxiliar Docente complementa la tarea del Profesor, puesto que mientras que éste instruye, él se encarga de realizar toda la parte humanizadora y administrativa”.

De aquí surge el punto 2.

2- Definición de Auxiliar Docente

De esta manera puedo afirmar que: “El Auxiliar Docente es la persona que complementa la labor del Profesor, buscando afirmar los valores morales, la autoestima y la solidaridad de sus alumnos, logrando de esta manera la educación integral del educando”.

Digo:

  • Que complementa la labor del Profesor pues toma participación en todas las tareas tanto de carácter administrativo como pedagógico tutorial frente a los alumnos.

  • Que afirma los valores morales dado que se ocupa de evaluar constantemente las acciones (bondad, malicia, cambio de personalidad, etc.)

  • Que afirma la autoestima en tanto que alienta a sus alumnos para que posean mayor seguridad y aprendan a valorarse y a tomar determinaciones propias sin que nadie los maneje.

  • Que afirma la solidaridad porque instruye en lo referente a la sensibilidad con sus semejantes, conforme que ello ayuda a saber organizarse y a compartir. Porque sabemos que si uno siembra amor; en cuanto necesite, recibirá amor.

  • Que logra la educación integral del educando porque mediante sus procedimientos complementa los contenidos conceptuales y actitudinales.


Analizando lo anterior puedo llegar a la siguiente definición:

El Auxiliar Docente es la persona que facilita la interacción del sujeto con el medio para el logro de saberes socialmente reconocidos (conceptuales – procedimentales– actitudinales).

El Auxiliar Docente

Preceptor o Celador

Introducción

En el presente escrito aspiro a ofrecer una visión de la verdadera importancia del Auxiliar Docente (Preceptor), un actor de la educación "que sufrió en estas últimas décadas un desprestigio agobiante y desjerarquización" al máximo, tanto que hoy día observa como un espectador cómo su rol es cubierto por otras nuevas figuras (tutor, mediador, etc.) inspirados en las tareas propias de él.

Esto no es el trabajo de un erudito, sino más bien, de un profesional que se esfuerzo por exponer de la forma más clara y precisa, la descripción de una tarea que desarrolla dentro de la actividad administrativa y pedagógica tutorial, y que de hecho sirve de nexo entre todos los actores de la educación.

Por eso he fijado la exposición principal en las ideas que tienen valor actual, las que han sobrevivido al paso del tiempo y no han tenido trascendencia por pertenecer a una profesión a la cual no le han dado la importancia debida. Y que creo que analizando la misma podría contribuir a resolver muchos problemas de hoy.

Por eso el fundamento tiene un carácter pragmático, sin haber caído en el pecado del practicismo o el sectarismo. Por el contrario, he tratado de ajustarme a la estricta realidad con la mayor objetividad posible.

Pudiendo afirmar que la figura del Auxiliar Docente ocupa un lugar estratégico dentro del sistema educativo pues su presencia frente a los alumnos determina una modificación en la conducta, en el vínculo de entendimiento con sus pares y en la relación con los demás actores de la educación, contribuyendo así a la educación integral del mismo.

Por otro lado deseo que al leer esto, lo hagan con el sentimiento que traen los recuerdos de la escuela secundaria, ese momento sublime de nuestra vida, la adolescencia. Las picardías, la timidez, los conflictos internos, los amigos, las ropas, las barras, la música, los ídolos y todo aquello que influía en nosotros. Y la figura de “el Prece”.

Este “Prece” de gran valor humano; este trabajador de una profesión real enmarcado por deberes y derechos, pero sin un estudio serio y sistemático que posibilite hacer de esta tarea una ciencia donde se encuentren las herramientas necesarias para servir al contexto educativo con óptima eficiencia.

Puedo decir que esto se debe a que hasta el momento lo que se ha hecho es crear o insertar más figuras dentro del sistema educativo, hecho que hace que al final muchas veces ninguno termine cumpliendo el trabajo para el que fue preparado.

Además, siempre me he preguntado: ¿Porqué dan tantas vueltas para tratar de solucionar el problema de la deserción, el desgranamiento, la repitencia, los problemas de conducta, la asistencia social, la salubridad, la prevención, etc.? - Si la repuesta no es crear nuevos expertos ni técnicos. La solución está simplemente en trabajar con las personas que están 4 ½ horas con los alumnos, (Auxiliares Docentes), prepararlas en las ciencias necesarias para su actividad y darles una carrera profesional adecuada a la tarea que realiza.

Todos sabemos que en este momento histórico en que se avecina un nuevo milenio, se acentúa la tensión política, se ahonda la crisis económica e ideológica y no se ven salidas claras para nuestras vidas. Pero, donde los valores éticos y morales parecieran desaparecer, se enciende la luz de la educación, que como tal debe servir para encontrar una solución a los grandes problemas del momento y así proyectarnos un futuro con nuevos vientos de fe y esperanza.

Y como siempre y sin la menor duda los Auxiliares Docente seremos partícipes de ello.

Este ensayo lo dedico a todos aquellos que cumplen la tarea de Auxiliares Docente, Preceptores, Celadores y Bedeles, y sobre todo a aquellos que ya se han jubilado pues esto significa que han dejado parte de su vida en las aulas, los pasillos y oficinas de alguna institución educativa y han sido partícipes de la vida de varias generaciones de jóvenes.

Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura



Por Michèle Petit

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Hasta aquí, algunas de las líneas principales de este libro. Pero sólo les he presentado un bosquejo en línea de puntos. A mi modo de ver, falta lo esencial: los relatos y las frases donde los lectores se dicen, que me parecieron sorprendentes por lo inteligentes y precisos, razón por la cual los he citado profusamente en el libro. Como conclusión les ofreceré un extracto de una entrevista con un joven llamado Ridha. Tiene veintidós años, sus padres dejaron Argelia para venir a trabajar a Francia, en los años sesenta, y no saben ni leer ni escribir. Vivieron siempre en el Este de Francia, en un barrio pobre, cortado del resto de la ciudad por un enorme cuartel. En ese barrio existe, como único equipamiento público, una pequeña biblioteca. Allí pasó Ridha una parte de su infancia. Escúchenlo:

"Cuando yo era chico, a veces el bibliotecario interrumpía su trabajo y les contaba cuentos a los chicos. A mí eso me llegó mucho; siempre me quedó la sensación, la emoción que sentí en aquel momento. Es algo como un encuentro. No me dijeron que hiciera esto o aquello... Pero me mostraron algo, me hicieron entrar en un mundo. Me abrieron una puerta, una posibilidad, una alternativa entre miles, quizás, una manera de ver que no necesariamente habrá que seguir, que no será necesariamente la mía, pero que va a cambiar porque a lo mejor habrá otras puertas. (...) La biblioteca ideal, es una biblioteca que hace soñar a los chicos. Y que no les impone ideas, o imágenes, o historias, sino que les muestra posibilidades y alternativas. Esas cosas tienen un vínculo profundo con su vida de adulto, más tarde. Simplemente leer historias, mostrar que se puede soñar, y que hay salidas, y que no todo está establecido. Que uno inventa su vida, que uno puede inventar su vida. Y quizás que para inventar su vida deba tener antes materia prima; es preciso haber soñado para poder crear".

Muchas gracias.

Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura

Por Michèle

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Abro un paréntesis para señalar que yo digo "el mediador", pero tengamos en cuenta que esos pasadores de libros son en muchos casos mujeres, a tal punto que algunos se han preguntado si el futuro de los libros pasaba por el futuro de las mujeres. En muchos lugares del mundo, las mujeres han desempeñado un rol preponderante como agentes de desarollo cultural, junto con algunos hombres que quizás han integrado, que han acceptado su parte feminina, sin temor de perder por ello su identidad. Por lo tanto, yo alentaría fervientemente a los que quieran promover la lectura para luchar contra la misoginia : ya que allí donde las mujeres son mantenidas al margen de la escolarización, al margen de la vida social, lo escrito no circula con fluidez. Dicho de una manera más amplia, la lectura no es fácilmente conciliable con el gregarismo viril ni con las formas de vínculo social en las que el grupo tiene siempre primacia sobre el individuo.

Cierro la paréntesis, para resumir en pocas frases cual es el margen de maniobra de esos y esas pasadores del libro. Lo que pueden hacer los pasadores de libros es introducir a los niños -y a los adultos- a una mayor familiaridad y a una mayor soltura en la aproximación a los textos escritos. Es transmitir sus pasiones, sus curiosidades, interrogando su lugar, su oficio y su propia relación con los libros, sin desconocer sus miedos. Es ayudar a los niños y a los adolescentes a comprender que entre todas esas obras, de hoy o de ayer, de aquí o de allá, habrá seguramente algunas que sabrán hablarles a ellos, en particular. Es proponer a los lectores múltiples ocasiones de encuentros, de hallazgos. Es también crear espacios de libertad donde los lectores podrán trazar caminos recónditos y donde habrá disponibilidad para discutir con ellos acerca de esas lecturas, si así lo desean, sin que se produzcan intrusiones si esos lectores quieren conservar sus descubrimientos para ellos.

Sin embargo debemos tener en claro que sólo se trata de factores propicios para el desarrollo de la lectura, y que ninguna receta podrá garantizarnos la conversión de las personas a la lectura. Por otra parte, es muy probable que no todos puedan transformarse en lectores. La relación con la lectura también tiene que ver con la estructura psíquica y con cierta manera de actuar con la falta y con la pérdida. Sin duda la lectura, y en particular la lectura literaria, tienen que ver con la experiencia de la falta y de la pérdida. Cuando uno pretende negar la pérdida, evita la literatura. O trata de dominarla.

Y queda claro que para transmitir el gusto por la lectura y en particular por la lectura literaria, es preciso haberlo experimentado. Muy a menudo se considera que es algo natural en círculos próximos a los libros. No obstante, puedo asegurar que entre los bibliotecarios profesionales o voluntarios, entre los docentes y los investigadores, en el mundo editorial, hay mucha gente que no lee, o bien se limita a un marco profesional acotado o a un género muy definido de obras. Y por lo tanto la cuestión se remite inevitablemente a los mediadores.

Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura

Por Michèle

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Esto supone también conocer a nuestros propios miedos, nuestra propia relación con los libros. Y quizás supone interrogarnos sobre las formas sutíles de esos miedos hoy día. Interrogarnos por ejemplo sobre los efectos complejos, ambivalentes, de esos discursos alarmistas y convencionales de elogio de la lectura. Ya sea que provengan de los poderes públicos, de los docentes, de los padres o de los editores, pueden ser percibidos por los adolescentes como otras tantas exhortaciones, como testimonios de una voluntad de control, de dominio. "Debes amar la lectura". Dicho de otro modo: "debes desear lo que es obligatorio". Esos discursos dejan poco espacio para el deseo y a menudo están cargados de angustias, y el niño o el adolescente lo saben. En las generaciones anteriores el deseo de leer se abría paso cuando se leía bajo las sábanas, con una linterna, a escondidas y contra todo el mundo. Hoy en día, en Francia por lo menos, existe la impresión de que el gusto de leer debe abrirse camino entre lo "prohibido" y lo "obligatorio".

¿Cómo hace alguien para convertirse en lector o en lectora, a pesar de tantos obstáculos? En buena medida, y eso lo sabemos, es una cuestión de medio social. Cuando alguien proviene de un ambiente pobre, aun si ha sido escolarizado, los obstáculos pueden ser numerosos : pocos libros en la casa, o ninguno, la idea de que eso no le corresponde, la preferencia por actividades asociadas antes que por esos "placeres egoístas", las dudas con respecto a la "utilidad" de la lectura, un acceso dificultuoso a la lengua narrativa, todo eso puede sumarse para disuadir de leer. Y si es el caso de un muchacho, hay que agregar a los amigos, que ridiculizan a quien se dedica a esa actividad "afeminada" y "burguesa" que ellos asocian a las tareas escolares.

Pero los determinismos sociales no son absolutos, y la lectura también es una historia de familias. Existen, en ambientes populares, familias en las que el gusto por la lectura se transmite de una generación a otra. E inversamente, en niveles socioeconómicos altos, existen familias en las que la lectura no tiene buena prensa. Para que un niño se convierta más adelante en un lector, sabemos cuán importante es la familiaridad física precoz con los libros, la posibilidad de manipularlos, para que esos objetos no lleguen a estar investidos de poder y provoquen temor. Sabemos también cuán importantes son los intercambios en torno a esos libros, y en particular las lecturas en voz alta, en donde los gestos de ternura y los colores de la voz se mezclan con las palabras de la lengua de la narración: en Francia, aquellos a quienes su madre les ha contado una historia cada noche tienen el doble de posibilidades de converstirse en grandes lectores que quienes apenas pasaron por esa experiencia. La importancia de ver a los adultos leyendo con pasión también se manifiesta en los relatos de los lectores. Alguien puede dedicarse a la lectura porque ha visto a un pariente, a un adulto que le inspira afecto, sumergido en los libros, lejano, inaccesible, y la lectura apareció como un medio de acercarse a él y de apropiarse de las virtudes que le adjudica. De apropiarse de su autonomía envidiada.

Esa autonomía es lo que frecuentemente busca el lector joven. Y justamente por eso la lectura es un punto de apoyo decisivo para los niños y para los adolescentes que, desde muy temprano, han querido diferenciarse de sus pares. Porque también la lectura es una historia de rebeldes. Pero cuando alguien que no recibió nada al nacer pudo apoderarse de los libros, aparecen casi simpre en su historia ciertos encuentros, a veces fugaces, que han influido en el destino: un amigo, un docente, un bibliotecario, un animador social ha transmitido su pasión, y ha provisto los medios materiales que permiten apropiarse de esos bienes hasta enconces inaccesibles.

Allí adquiere todo su sentido el rol de los pasadores de libros, y ese es el objeto del último capítulo del libro. Cuando un joven proviene de un medio donde prevalece el miedo a los libros en particular, un mediador puede legitimar o develar un deseo de leer o de aprender, ya sea que se trate de un docente, de un bibliotecario, de un trabajador social o de un militante político o asociativo. Y otros mediadores podrán acompañar más adelante al lector, en diferentes momentos de su recorrido, en particular para ayudarlo a diversificar sus lecturas, a ampliar su universo cultural. El gusto por la lectura no puede surgir de una simple frecuentación material de los libros. La dimensión del encuentro, de los intercambios, de las palabras "verdaderas" se vuelve esencial, con más razón tratándose de jóvenes poco afirmados para aventurarse en la cultura letrada, a causa de su origen social.

Escuchándolos, vemos que no es la biblioteca o la escuela lo que hace surgir el gusto de leer, de aprender, de imaginar, de descubrir. Es un docente, un bibliotecario quien, a favor de su pasión y de su deseo de compartirla, transmite esa pasión en una relación singular. Eso no significa una relación regular, continua: a veces un encuentro fugaz puede influir en el destino. Eso no significa familiaridad: alejada de toda seducción, se trata de una actitud hecha de benevolencia y de distancia, de apertura a la singularidad de cada uno y de respeto de sus territorios íntimos, de inteligencia de su oficio y de gusto por los libros.

Eso no significa tampoco que el mediador haya leido un montón de libros, sino que haya experimentado por lo menos algunas veces el placer de leer y la importancia de simbolizar su experiencia.

Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura

Por Michèle

Petit página 7 de 10

Dicho de otro modo, la lectura nos ayuda a salir de los puestos asignados. Y el desafío no tiene que ver solamente con el trayecto de cada uno, con su destino singular. Leer puede tornarnos un poco rebeldes y hacernos pensar que podríamos elegir nuestro propio camino, nuestro propio modo de decir, que podríamos tener voz y voto y participar del devenir compartido, sin ponernos siempre en manos de otros. Quizás lo que se plantea con la difusión de la lectura es pasar a otras formas de vínculo social, distintas de aquellas en las que estamos agrupados, como un solo hombre, en torno de un patriarca o de un líder.

En consecuencia no hay que asombrarse de que la lectura pueda suscitar miedos, y a esos miedos está dedicado el tercer capítulo del libro. La lectura es una práctica de riesgo tanto para el lector, que puede ver tambalear sus certezas o su pertenencia, como para el grupo, que puede ver que uno de los suyos toma distancia. Y también para las distintas formas de poder, ya que todos los vínculos pueden volverse más fluidos por la difusión de esta práctica, tanto los vínculos familiares y comunitarios como los vínculos religiosos y políticos. Esto explica que en todas las épocas los poderes fuertes hayan querido controlar el uso de lo impreso. Y que la soledad del lector ante el texto siempre ha sido causa de inquietud.

Hoy en día se habla poco de ese miedo a los libros. Se considera que leer debería ser algo natural a partir de la escolarización. O bien se lamenta el hecho de que los jóvenes no lean tanto como sería deseable, pero parece haber acuerdo sobre la causa: ellos prefieren el cine o la televisión, ligados a la modernidad, a la rapidez, a la facilidad; o la música y el deporte, esos placeres compartidos. En cierto sentido todo eso es verdad, pero quizás las cosas sean un poco más complicadas.

De hecho, desde que investigo acerca de la lectura no dejo de sorprenderme por la cantidad de maneras de hacer, de decir, de pensar, por la cantidad de anécdotas que confirman la vigencia del miedo a los libros. Para tomar algunos ejemplos, en Francia, en este año 2000, día tras día, existen muchachos que aman la poesía y leen clandestinamente para evitar que los otros les golpeen duramente, tratándolos de "lambiscón", de "marica", de traidor a su clase; existen mujeres en el campo que leen tomando todo tipo de precauciones, y que ocultan su libro si un vecino viene a verlas, para no parecer haraganas; existen chicas en barrios urbanos desfavorecidos que leen bajo las sábanas, con ayudo de una linterna; existen padres que se irritan cuando encuentran a sus hijos con un libro en las manos, pese a que antes les dijeron que "hay que leer"; existen documentalistas que confían en las nuevas technologías para, "por fín, sacarse los libros de encima"; existen docentes de letras que ocultan la novela que están leyendo cuando van a entrar a la sala de profesores, para no pasar por "intelectuales", y no arriesgarse a ser dejados de lado; y también existen universitarios que nunca leen otra cosa que tesis o monografías, y desconfían de los que manifiestan gusto por los libros. Parece increíble pero es así. Como ejemplo tomo esas frases escritas por un universitario para un número muy reciente de la revista Le Débat (El Debate) : "Podemos decir que leer un libro dentro de la facultad es un signo de esnobismo y de afectación: es una prueba de que uno se mantiene al margen de la vida del establecimiento y de que sólo participa de a ratos en ese torbellino incesante de organización y reorganización, en función de reformas sucesivas, que absorbe la totalidad de las energías disponibles, con resultados que bien podríamos calificar de irrisorios."

Todo esto no es específico de mi país, que podría ser sospechado de arcaismo : investigadores y amigos que viven en contextos muy diferentes me cuentan regularmente historias como esas. Sienten ustedes que se trata de un miedo multiforme, ya que las interdicciones sociales se conjugan con los tabúes inconscientes. Un miedo muy evidente en medios desprotegidos, pero que también puede observarse en niveles acomodados, entre los profesionales del libro, entre los docentes. Creo que para "promover la lectura", si retomamos esa expresión, deberíamos empezar por deberíamos empezar por descontruir un poco esos miedos. Y conocerlos bien nos permitirá ayudar a aquellas personas que desean acercarse a los libros, para que puedan transgredir las prohibiciones.

Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura

Por Michèle Petit

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Una biblioteca, un libro, es algo que se ofrece, una hospitalidad que se ofrece. Dan a otro lugar, también introducen a otra manera de habitar el tiempo, a un tiempo propio. Un tiempo en el que la fantasía puede brotar libremente, y permite imaginar, pensar. Algunos jóvenes nos dijeron, por ejemplo, cómo en esos tiempos para ellos, en esos momentos en que se levantan los ojos del libro, habían podido construir su espíritu crítico. Como Mounira, cuyos padres también vinieron de Argelia: "Yo había descubierto dos obras, había una exposición de libros (en la biblioteca), allí hablaban de la condición de los judíos en los campos de concentración; eso me cambió la visión de las cosas. Mi manera de ver ahora a la comunidad judía, bueno, mi padre no siempre está de acuerdo. Para él un judío es un traidor, un enemigo. Para mí no. Han sufrido como todos y desde un punto de vista histórico, se los puede considerar como primos.

Mi padre no está de acuerdo con eso. Lo comprendo pero conservo siempre mi opinión."

La lectura puede sacudir creencias bien firmes hasta ese momento, desvirtuar una representación del mundo basada en la oposición entre "ellos" y "nosotros", por ejemplo. Pero si bien puede relajar ciertos vínculos comunitarios, también invita a otras formas de vínculo social, a otras formas de pertenecer a una sociedad. Efectivamente, no por el hecho de dedicarse a ese acto salvaje y solitario que es la lectura, resulta uno ser un Narciso que sólo piensa en su parte de la torta, incapaz de sociabilidades y de proyectos compartidos. Por el contrario, muchos jóvenes nos han contado cómo esos encuentros singulares les habían permitido salir de su pequeño círculo, de sus únicas preocupaciones. El descubrimiento de sí mismo y del otro en sí mismo, se acompaña a menudo con una apertura hacia el otro y con una mayor capacidad de establecer lazos con el mundo. Por otra parte, los que leen ficción son también, en promedio, los que más curiosidad sienten por el mundo real, por la actualidad y por los temas de la sociedad.

Al fin y al cabo, vemos que por la vía de los textos, o mejor aún de fragmentos de textos, trozos recogidos aquí y allá, esos jóvenes construyen sentido, y elaboran un margen de maniobra o de libertad a partir del cual encuentran a veces la energía necesaria para desprenderse de aquello que los bloqueaba. Escuchemos a Daoud, por ejemplo, un joven de origen senegalés, que dice: "Cuando se vive en los suburbios, está uno destinado a tener malos estudios, a tener un trabajo asqueroso. Hay un montón de cosas que lo hacen ir en cierta dirección. Yo pude zafar de eso, ser anticonformista, ir para otro lado, y ese es mi lugar... (Los "vagos") hacen lo que la sociedad espera que hagan, y nada más. Son violentos, son vulgares, son incultos. Dicen: "Yo vivo en los suburbios, entonces yo soy así", y yo fui como ellos. El hecho de tener bibliotecas como ésta me permitió entrar, venir, encontrarme con otra gente. Una biblioteca sirve para eso... Yo elegí mi vida y ellos no."

La lectura y la biblioteca respaldan en este caso un gesto de despegue, de resistencia, de transgresión de los límites establecidos. Y contribuyen a que algunos jóvenes realicen desplazamientos, reales o metafóricos, en diferentes terrenos de su vida: pueden ser un punto de apoyo para que continuan sus estudios o su carrera profesional -e impiden así que se detengan, inmovilizados por el fracaso escolar y el desempleo; pueden sacudir la representación que tienen de sí mismos, su manera de pensar, de decirse, sus relaciones con la familia, con el grupo de pertenencia, con la cultura de origen- y les evitan a veces ser rehenes de una representación estereotipada de esa cultura; pueden ayudar a las chicas a salir de su confinamiento en el espacio doméstico, y ofrecer a los muchachos una alternativa para el gregarismo viril de la calle y para la delincuencia; llevan a otras formas de sociabilidad y de solidaridad; y pueden conducirlos a otras maneras de habitar y de percibir el barrio, la ciudad, el país en que viven.