martes, 11 de septiembre de 2007

El poder y la formación de lectores en la escuela.

Reflexiones en torno al papel de los directores en la formación de lectores

Por Daniel Goldin

página 7 de 10

Frente a la inseguridad en el conocimiento, los maestros recurren a la seguridad de su forma de presentación y, al contrario, cuando dominan los conceptos básicos se permiten explorar diferentes formas de presentación y, consiguientemente, le permiten a otros también hacerlo y enriquecer la clase. (4)

Son 15 razones. Desde luego la enunciación que acabo de hacer no es exhaustiva. No son éstos todos los factores que contribuyen a determinan los usos de la palabra escrita en la escuela y que están directamente relacionados con las formas implícitas en que ésta enseña a leer y a escribir o determina el desarrollo de los usuarios de la cultura escrita. Tampoco podríamos decir que en todas las escuelas ni tiene la misma importancia en cada caso.

Lamento no disponer de suficiente tiempo para extenderme en el análisis de estos factores, pues quiero llegar a las formas de enfrentar el problema. Antes de hacerlo quiero intentar un ejercicio de enrollar nuevamente la madeja para mostrar la forma en que interactúan y se refuerzan.

Quiero hacerles ver la complejidad del problema que enfrentamos y sobre todo convencerlos de que un problema de esta naturaleza amerita soluciones integrales, aunque sean paulatinas. Soy enfático: velar por una respuesta orgánica a este problema me parece imprescindible para tener éxito. Debo añadir que pocas veces lo he encontrado en los proyectos de formación de lectores que conozco. Vamos pues a enredar la madeja:

Para la escuela, enseñar a leer y a escribir significa no sólo cubrir parte de los objetivos que le han sido encomendados. Es también la condición para que se cumpla la que aparece como la principal encomienda social: transmitir los saberes culturales. Por esto se dice que durante los primeros años la escuela debe enseñar a leer y a escribir, para que después los alumnos puedan leer para aprender.

Sin un mínimo dominio del instrumento no es posible mantenerse en la escuela. Pero el alumno no sólo debe aprender a leer y escribir. Debe aprender las reglas que rigen a la lengua escrita en la escuela. Por ejemplo, el niño no puede simplemente aprender a extraer sentido de los textos. Debe aprender cuál es el sentido que la escuela aprueba. Debe interpretar lo que dice el texto y a la vez captar la interpretación que hace el maestro, como ha observado Rockwell, pues generalmente ésta es la única que será valorada por la institución.

La necesidad de calificar y controlar el conocimiento hace también funcional la suposición de un sentido único. Y la refuerza la escasa circulación de textos, puesto que no se pueden cotejar, por ejemplo, distintas aproximaciones a un mismo suceso histórico y afianza en el niño la concepción fuertemente arraigada en la cultura de que en los libros está el conocimiento, que no se les puede rebatir y que es algo ajeno. El hecho de que las tareas de control sean una prerrogativa exclusiva de los maestros y que no puedan ser compartidas por los niños solos o en grupo, hace que el único destinatario sea la autoridad y la única finalidad clara de leer y escribir en la escuela sea progresar en ella. Esto a la postre refuerza de nueva cuenta la distancia entre los usos escolares y sociales de la palabra escrita. (5) Podría seguir encabalgando razones hasta convencerlos de que no hay salida y que debemos abandonar el insano propósito de formar lectores y escritores autónomos. Prefiero buscar un replanteamiento de la palabra escrita en la escuela.

_____________
(4) V. "De huella, bardas y veredas" en Elsie Rockwell (coord.) La escuela cotidiana, México, FCE, 1995, p.35.
(5) En teoría, la escuela les enseña a escribir para poder expresar mejor sus ideas. Sin embargo, con mucha frecuencia, en la práctica, la escritura en el espacio escolar se reduce a recirculación de textos escritos por otros (la copia de un texto, un dictado), una operación en donde no hay un valor agregado por el pensamiento o la vivencia del alumno. Esta circulación de nuevo parece reforzar la concepción del aprendizaje supuestamente desechada la que aludí antes.

No hay comentarios: