martes, 21 de agosto de 2007

Narración oral y lectura

Por Gerardo Daniel Cirianni

Como dice Marie Bonnafé, “existe otra forma del lenguaje oral, la forma del relato. [...] Se puede hablar de lo ausente y se utilizan formas discursivas más complejas. Esa es la única forma del lenguaje que tiene las características de la lengua escrita. Se trata de un preescrito en el lenguaje oral.”

Las formas de habla referidas a preguntas o respuestas específicas, útiles para resolver ciertos problemas vinculados a la vida cotidiana, ocupan casi todo el espacio de las interlocuciones de la mayoría de los niños y los jóvenes. Pareciera que la única voz legitimada para la narración es la que proviene de la televisión. Claro que a esta no se la puede interrogar, ni contradecir, ni detener, ni solicitarle que vuelva atrás o que aclare algún aspecto del relato o que ponga el acento en aquello que más nos apasiona.

La narración oral impacta positivamente sobre la lectura mucho más de lo que imaginamos. En muchas formas de lectura (entre ellas, aunque no es la única, la lectura de textos literarios) es difícil decir que se ha leído si no se ha podido “ver” lo que la historia propone: los personajes, sus entornos, las circunstancias en las que suceden los hechos de las historias ocurren en la mayoría de los casos a una velocidad tal que no solemos tener conciencia de esa forma particular de mirar que es la lectura.

La lectura implica, además, fijar una cadena de sucesos, y no solo en una trama ficcional. Pensemos, por ejemplo, en una receta de cocina en la que quede claro el tiempo de cocción pero no los ingredientes o el orden de combinación de los mismos. Fijar la cadena de sucesos –a partir de la cual se organizará el relato– constituye precisamente el punto de partida de un proyecto de narración oral.

Por otra parte, no todos los detalles de un texto leído nos atraen de manera homogénea. Siempre hay personajes, descripciones, circunstancias que nos resultan atractivos o intrascendentes. “Ver” la historia, fijar la cadena de sucesos, construir imágenes de los personajes y sus contextos, poner de relieve alguna circunstancia de una historia son tareas necesarias de la narración oral que influyen en el oyente y lo estimulan en el ejercicio de sus lecturas.

Escuchar narraciones mejora las condiciones de acceso a la lectura porque ayuda a percibir una relación entre los textos, obliga a captar e interpretar sentidos, por medio de señales a veces sutiles, y también a ordenar lo que se recibe atribuyéndole un significado general, en ocasiones relacionado parcial o totalmente con otras historias. Reconocer un argumento o percibir el punto de vista son prácticas que se fortalecen y se amplían con experiencias frecuentes de narración oral.

Bonnafé, Marie, “Poner al bebé en el centro”, en Espacios para la lectura, año II, núm. 5, México, Fondo de Cultura Económica, año 2000.

1 comentario:

hUMBERTO PALACIOS dijo...

Salí a buscar, y encontré, tengo un grupo de 12 alumnos de primaria el cual están muy "entrados" en la narración oral y el impacto que provocan en los demás compañeros ha sido positivo, al grado de que al momento la biblioteca escolar se ha visto mas concurrida.