martes, 4 de septiembre de 2007

El poder y la formación de lectores en la escuela

Reflexiones en torno al papel de los directores en la formación de lectores

Por Daniel Goldin página


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(Conferencia pronunciada en Oaxtepec, Morelos, el 29 de enero de 2000, en el foro de análisis "Líderes educativos: por una nueva escuela urbana", organizado por la Subsecretaría de Servicios Educativos para el Distrito Federal.)

Para Elsie Rockwell y Delia Lerner, con agradecimiento


Agradezco a las autoridades de la Subsecretaría de Servicios Educativos para el Distrito Federal la oportunidad de hablar con ustedes, directores de escuelas de nuestra ciudad. Esto es algo que ciertamente jamás habrían podido imaginar los directores de los colegios donde yo estudié.

Hasta donde mi memoria es fiel, al menos desde que tenía seis años me he peleado con la escuela y mis relaciones con maestros y directores, sin haber llegado nunca a extremos, han sido, por llamarlas de alguna forma, conflictivas, en el sentido en que son conflictivas las relaciones en un matrimonio. Es decir: de amor y odio, nunca de indiferencia.

Sin duda, al principio esta pelea debe haber sido causada por mi natural propensión a pajarear, que desde un ángulo pudo ser vista como incapacidad para concentrarme y desde otro como facilidad para abstraerme y seguir mis pensamientos o ensoñaciones a pesar del ruido externo. Desde luego fueron pocos los profesores que la vieron como esto último y me creé la fama de que, a pesar de que lograba pasar con relativa solvencia las evaluaciones, padecía desinterés por el estudio.

En la adolescencia, cuando se definió mi vocación por la escritura y la literatura, los conflictos se fueron exacerbando. Percibía tan distintas la experiencia literaria que tenía al frecuentar libros, acudir a talleres de poesía o conversar con los amigos, de las que provocaba el estudio de la literatura en la escuela que, cuando el contraste se hizo de plano insostenible, no tuve más remedio que aceptar el consejo de mi maestra en el sentido que debería dedicarme a otra cosa. Y efectivamente lo hice. Escapaba cuando podía de sus clases y me iba a la biblioteca a leer, con frecuencia en voz alta, los libros de poesía que editaba Joaquín Mortiz o a pergeñar poemas que nunca lograron convencer a mis impasibles amores imposibles.

No hubiera pasado de ser un conflicto más o menos común entre los escritores y amantes de la literatura si no fuera porque también desde que estaba en la escuela me interesó pensar en la educación, tal vez porque desde siempre me preocupó mi entorno y vi que la mejor manera de cambiarlo era trabajar en la educación.

Pero en la vida todo se paga, como dice la sabiduría popular. Por amor a la literatura decidí trabajar en una editorial. Hacer libros me condujo a pensar en la formación de lectores y esto indefectiblemente me condujo de nuevo a la escuela. Hace mucho tiempo que pienso obsesivamente en los problemas relacionados con la formación de lectores, tanto que cada vez tengo menos tiempo de escribir o leer literatura.

De hecho, desde que dejé la escuela me di cuenta de que me gustaba mucho estudiar. En eso invierto gran parte de mi tiempo libre. Lo que voy a tratar aquí tiene que ver con esos estudios.

He querido relatarles esto porque me interesa que tengan presente que mi reflexión, aunque es conceptual, tiene un fuerte contenido biográfico y vivencial. De hecho busca generar eso: vivencias distintas y enriquecedoras en el estudio, la lectura y la escritura.

Este texto debe mucho más de lo que reflejan las notas al pie de página a dos autoras que han sido fundamentales para comprensión la cultura escrita en la escuela y las posibilidades de transformación. Ellas son Elsie Rockwell y Delia Lerner. La perspectiva de Elsie me ha sido de capital importancia para comprender que para transformar la educación es necesario conocer lo que verdaderamente pasa en la escuela, que suele ser muy diferente de lo que reconocen los programas educativos. La clara visión de Delia, para ver como a pesar de la dificultades y contando con ellas se puede transformar. Va para ellas mi reconocimiento y gratitud. Creo que la mejor forma de hacerlo es recomendarles a ustedes que las lean y discutan en sus propias escuelas.

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